No hay que desesperarse tanto, la calle provee. De hambre no te vas a morir, la calle provee. Techo no te hará falta, y si no, para eso están los parques. En Madrid ya había aprendido que cuando hace mucho sueño las bancas en las plazas ni se sienten duras. La calle provee, en cualquier ciudad del mundo. La calle provee muebles, televisores, ventiladores (eso ya lo había aprendido en Kentucky), chocolates, amigos, experiencias - sobre todo experiencias. Hasta saxofonistas provee la calle! Eso es un cuento en si solo. Si mal no recuerdo como me lo contó mi roommate, compañero de ideologías y cómplice de filosofías de vida, Cris, sucedió así: Tocaba esa noche Sabia Bruta su clásico show de sus primeras semanas de existencia: 100% improvisado (sigue siendo un despilfarro de buena música improvisada, solo que ahora ya pretenden que practican, o mas bien: de vez en cuando improvisan un poco en privado antes de ponerse a improvisar en público.) Justo antes de ellos tocaron jazz un grupo de viejitos. Si han escuchado alguna vez un conjunto de jazz formado todo por viejitos, sabrán lo bien que suenan - no es cualquier cosa! Éstos se ponían rojos de vergüenzas sólo pensando en subirse a improvisar después de un espectáculo de esa calidad. Sin saber qué hacer, Cris salió del bar a dar una preocupada vuelta a la manzana. Mientras caminaba, fumaba. Y mientras fumaba, pensaba. Mientras caminaba, pensaba y fumaba, escuchó las notas de un saxofón que parecían poder sólo provenir del talento innato de un negro de Nueva Orleans. El Oso, le decían al homeless, quien estuvo muy contento de ser invitado, así de la nada, a subirse a un escenario. Hasta el sol de hoy todos opinan que ése fue el mejor toque de Sabia Bruta. Pero como el Oso no tenia ni casa ni teléfono, no hubo esperanza de mantener el contacto, y tal cual como suele pasar en episodios de la vida tan surreales como ése, nunca lo volvieron a ver. Existirá el tal Oso, o será que era un ángel de la calle? Yo tengo mi cuento propio de las oportunas e inesperadas sorpresas que provee la calle. Resulta que salí un día en bus a hacer trámites, y hablando por teléfono me pasé la calle en la que tenía que bajar. Me tocó caminar de vuelta un buen número de cuadras y hacía un calor de esos que sólo hace en Miami en verano. Venía maldiciendo porque no tenía nada con qué amarrarme el pelo, que sudado me acaloraba. Llego a la parada del bus añorando la sombrita, pero hay ya tres señoras gordas y un haitiano apretados en la banca. Total que me toca pararme bajo el sol tenaz en la esquina. Me apoyo en un poste de luz y cuando miro ahí en el piso - un gancho de pelo negro! La calle provee. Y además, no caprichosamente y cuando se le da la gana (como a veces hace dios,) sino oportuna, infalible, milagrosa, cuando más se la necesita, como los detalles de una madre.
Thursday, November 23, 2006
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