Quisiera que esta noche me esperaran los mios inútilmente, pues estaría contigo hasta la aurora. Y si me agrada madrugar no he de preocuparme: saldremos de estos sueños entre suspiros y repiques de júbilo. No le pongas límites a la libertad, ¿por qué evitar los besos?, no encierres la pasión, no decapites los aullidos antes de que puedan ser pronunciados: aunque no sería por falta de inspiración, tan sólo expresaría la tragedia interior de un mundo en llamas huyendo de sí mismo. Tu cercanía es como una melodía de acordes extraños y placenteros, evoca a mar y a pinos, semeja tormenta, ¿campanas?, ¿truenos? Y me estremezco de pronto bajo tu cuerpo entre gemidos y sollozos … el presagio de una tormenta pronta a estallar. Busco en la memoria las formas del recuerdo; distingo imágenes, sonidos, olores, sensaciones … lágrimas, savia, sudor, rocío, humedad y consecuencias … polvillo de estrellas, reflejo de luna … ambientes que embriagan. Cuando avanza la noche, borrando los contrastes y difuminando la silueta de mis curvas, espacio y tiempo nos son propicios, en el cielo nuestros complices. Provaremos un pícaro juego nocturno, escondiendo y descubriendo … a veces frío, a veces caliente. En el mar de penumbras en el que naufragan las formas, flotará apenas el lecho, y la luz difusa nos invita a zambullirnos en este lago tibio, de donde resurgiremos inundados de luna y de luceros. Como pasando detrás del espejo, crear nuestra propia dimensión de besos. En tantos momentos juntos, mil y un retazos de pudor hechos ropa han cubierto mi cuerpo, pero tú me has visto únicamente desnuda iluminada por la luz de la luna, y sólo así eres capaz de reconocer en mí al blanco adonde se dirigen tus miradas y suspiros de enamorada juventud. Porque tú me haces resurgir grácil, etérea, sublime, contenta de vivir; y de tu cuerpo nazco romántica y me siento poema, retoño de jazmines regados con caricias, forma abstracta, desnuda, réplica pura de la creación. Rítmicamente respiro y tus calladas miradas se adhieren a mi cuerpo y se plasman en mi piel, embelesado como un escultor frente a la obra que ha hecho surgir del mármol. Y si, agotada, me tomas en tus brazos, me llevas a la cama y me haces dormir acariciándome como a una niña, seré feliz, mientras tu sueñas que me susurras al oído los gritos de tu alma: “¿Recuerdas? tú estabas sobre el césped húmedo, desnuda, iluminada por un claro de luna. Te quejabas, te retorcías ansiosa. Me acerqué y sentiste mi respiración sofocante como mis deseos, abriste los ojos, me viste. Nuestras bocas se funideron en una… nuestros cuerpos. Y fue necesario que le abrieras un cauce a mi torrente de fuego, que es un océano de lava, encarcelado, que se iba abriendo paso hacia tus adentros.” Destapando ilusiones, nos extraviaremos en nuestro propio laberinto de pasiones y vagaremos a tientas tropezando con nuestra poesía hecha gritos. Y ya desesperados, tal vez terminaremos preguntándonos en qué esquina de la cama se nos perdió la realidad.
Nov. 14, 2001
Parafraseado de/Inspirado por la obra “Plenilunio” de Rogelio Sinán.
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