Monday, November 20, 2006

Argentina - Capitulo 2: Villa Angela



Los trucos del transporte público colectivo son un artificio, o maleficio, q no llegué a dominar en la Ciudad de Panamá, donde crecí, pero que aprendí rápida y efectivamente en Miami a fuerza de necesidad. La sensación de independencia que da saberse libre de ir a cualquier lado por las venas del enorme organismo que es una ciudad, es incomparable. You feel somehow "off the hook" when you don't need a car to move around and get to wherever it is you need to be. Además, te sacas de encima la culpabilidad de que el auto propio es el granito de arena personal en la playa de la polución global.

El viaje en ómnibus de Buenos Aires a Villa Ángela, Chaco, donde vive mi familia, fue largo (14 horas,) pero se sintió aún más largo porque pasé mucho, muchísimo frío. Nos dieron de cenar nada más y nada menos que sanguches de miga. Acto seguido, apagaron las luces y pasaron una película. No sé a quién se le ocurrió pasar El Exorcista! Come on! En el ómnibus había chicos, y además uno estaba tratando de relajarse y/o dormir, no buscándose pesadillas! En vano intenté dormir con los gritos que pegaba Emily Rose. Igual, cuando se terminó la película, tampoco pude dormir: pasé tanto frío toda la noche, que lo poco que dormí, lo dormí apretando las mandíbulas tan fuertemente que cuando desperté a la mañana siguiente me dolían tanto los dientes que no podía masticar. A toda hora se subían vendedores pregonado: "Sanguches de jamónyqueso y milanesa, saaanguchee!" o "Aaalmohadones, dos por 5 pesos, aaalmohadoneeee." Pero jamás se subió nadie vendiendo una frazada, por la que hubiese sido capaz de pagar cualquier cosa.

Llegué a mi destino una hora antes de lo esperado y después de empujar un poco y ser empujada otro poco, rescate mi mochila. Llamé a mi tío abuelo con la noticia de que ya estaba en Villa Ángela, y él salio corriendo a buscarme en su moto. No sé para qué, porque la motito esa sienta una y solamente una persona, así que me tocó irme a la casa en remís y él nos siguió. Mi abuela esperaba en la puerta. Poco después aparecieron mis tíos y mi prima. Los días se me han pasado desde entonces a punta de charla, de leer y de escribir. Leí ya una el libro de Isabel Allende que compré en Retiro, El Camino de la Reina, y el Aleph de Borges. En Panamá, curiosa o tal vez irónicamente en Vía Argentina, había un café que se llamaba El Aleph. Hasta entonces nunca había sabido el por qué del nombre, que resulta ser, en la novela de Borges, un punto en el que existen simultáneamente todos los espacios, en el que convergen todos los caminos, en donde reside el universo al unísono. Recuerdo haber ido solo un par de veces, pero por alguna razón siempre asocié ese lugar con mi madre y con los días más bohemios que yo conocí de ella. También leí una colección de cuentos de autores panameños que me resultó muy interesante porque, al conocer a varios de ellos se me hacia más tangible su voz en la palabra escrita. Por ejemplo, leí el cuento de Consuelo Tomas imaginando que lo contaba ella con el mismo tono de voz que le oí "echando cuentos" (como se dice en Panamá) y tomando mate. Recuerdo que esa noche ella hizo alguna alusión a que su matrimonio no funcionó porque se casó muy joven, a los dieciocho o diecinueve años, y no sabía lo que hacía. Mi madre no perdió la oportunidad de hacerme un gesto de "viste?", ya que yo y mis rebeldes quince años pretendía, o quizás tan solo soñaban, con casarme con mi novio de esos días. Yo, y mis rebeldes quince años, opinamos, altaneros, que "a los veinticinco a veces tampoco funciona," aludiendo a la edad que tenia mi madre cuando se casó con mi papa (unos diez años antes de divorciarse.) Recuerdo que ese día, Consuelo apoyó mi lógica.

Entre libro y libros, los días acá transcurren muy iguales. Mis abuelos se levantan temprano en la mañana, el desayuno es una interminable charla de mate y galletitas que dura hasta que ya es hora de cocinar el almuerzo. Como acá el almuerzo siempre consiste de un plato o fácil dos, y después el postre y la fruta, también se pasan otro par de horas comiendo. Después viene la sagrada siesta. Los abuelos duermen hasta las cinco de la tarde. Yo aprovecho, me hago un tesito digestivo (porque me viven atragantando de deliciosa comida) y escribo, o me voy a lo de mis tíos a usar el Internet. A las cinco, a la mesa otra vez a tomar la leche (que sólo en Argentina se vende en bolsa) o más mate con galletitas. He tomado tantos galones de agua (entre todo lo que tomo con el almuerzo y la cena, el tesito diario, y los litros de mate) que seguro en una semana me he hecho una limpieza total de organismo. Además, seguro que regreso verde de tanto mate. El entretenimiento hasta la hora de la cena consiste en el crucigrama del periódico, que los viejos completan con un interés apasionado y al que yo también, debo confesar, me he vuelto adepta. Entre las siete y las ocho se cocina, y a las nueve o diez se ve algo de televisión. Luego, a dormir y empezar de nuevo.

Encontré a mi abuela aún más delgada (no pensé que fuera posible!) y más débil. Duerme más profundo (ella era de las que duerme con un ojo abierto y con cualquier movimiento se despierta,) sin embargo ahora resulta que se levanta tres o cuatro veces a lo largo de la noche para ir al baño. Alguna vez ella me cambió los pañales, y ahora yo se los cambio a ella. Dos veces por día (para la siesta y en la noche), la cambio y la acuesto. Not only that, but I have to read and write in bed, because if I don't go to sleep myself, she'll stay awake until I'm there. Me cuesta mucho hacerle de niñera y enfermera a mi abuela. Me siento culpable, pero lo evito en cuanto puedo y dejo que lo haga alguien más. Será que la fortaleza de mis 20 años se rehúsa a enfrentarse con la realidad de la vejez, que prefiero voltear la cara para no mirarme en ese espejo del inevitable futuro? Me he dado cuenta de que cuando pienso en ella, la imagen que conjuro en mi cabeza es la realidad de hace unos doce años, y no la de ahora. Lo único que permanece igual en la figura de mi abuela, que tiene el pelo más blanco y la piel le cuelga mas, son los anteojos de vidrio verdoso. La otra noche tuve una pesadilla en la que yo estaba toda arrugada, con las precisas arrugas de mi tío en la cara. Vine a la Argentina soñando con la comida de mi abuela, ya que nadie cocina como ella, pero resulta que ya no cocina, por que se cansa sólo de estar de pie. Eso sí, colecciona, en un cuaderno muy prolijo, las recetas de repostería de Blanca Cotta que vienen los domingos con el periódico. Otro cambio que he notado es que se ha acostumbrado tanto a la dentadura, que antes escondía, que ahora ha agarrado la mala costumbre de sacársela en la mesa cuando termina de comer para limpiarle con un escarbadientes los restos de comida que le estén molestando. También noté, no que tiene mala memoria (no me toco repetirle las cosas mucho que digamos), pero que tiene una especie de lagunas mentales. No se acuerda nada de las veces que vino a visitarnos a Panamá. La ultima vez que yo estuve acá, ella todavía me decía que siempre se acordaba perfectamente, y me agradecía, por la vez que se desmayó en el baño en medio de la noche y yo fui la única en la casa que se dio cuenta. Por eso me llamaba su angelito de la guardia. Ahora resulta que no se acuerda del suceso. Querrá decir eso que he dejado de ser su angelito? A pesar de todo, sigue teniendo fuerzas (y además mi tío abuelo le hace coro) para rezongar: "No puede ser que no durmás las siesta!", "Eso es muy poco jabón para la ropa!", "Basta! Eso es mucho dulce de leche en el pan!", "Como vas a andar descalza?", "No salgás sin abrigo!", "Por qué tenés que ir a Resistencia?" No logro convencerlos de que no tengo que cortarme la basta de los pantalones, que si está así es porque tiene historia, porque ha vivido mucho, porque la he arrastrado en muchos lados.

El sábado fui con mi prima y sus amigas a la feria rural. Vi artesanías en cuero, libros, maquinarias de campo, y chanchitos, conejitos, cabritas, ovejas, vacas, caballos … en fin, lo que se te ocurra en materia animal. Comí helado, algodón de azúcar, y pastelitos de membrillo. Aparte de eso, me aburrí. El único momento en el que pude interactuar con las chicas, fue jugando a la pelota. El resto del tiempo, no tenía ni idea de sobre qué cuchicheaban y se reían ad nauseaum. En la noche fui a un bar con mis tíos. Nos tomamos unas cervezas y comimos Carlitos (que son sanguches de miga, para variar, solo que tostados.) Por primera vez en días pude entablar una conversación decente. Hablamos de mi primo, de la universidad, de política, de la vida, del pasado, del presente y del futuro. Esa noche me quedé pensando, que "ser adulto" debe querer significar que uno puede mantener mejor una conversación con cualquier otro adulto (así sea veinte o treinta años mayor o menos que vos) que con un adolescente (aunque mi prima y yo técnicamente seamos de la misma generación.) Por ejemplo, mis tíos copiaron cds y cds de música de mi computadora (desde Juan Luis Guerra, Sui Generis y Sabina hasta Santana y The Beatles); sin embargo mi prima decidió no grabar nada porque sólo encontró un par de artistas que le gustaban y para colmo las canciones que yo tenía de ellos "ya estaban viejas" (porque eran de hace siete años cuando era yo la que tenia catorce años y no ella.) La verdad es que me he llevado mucho mejor con mi tía de lo que me hubiese imaginado. La otra noche cocinando empezó a cantar una canción de Sandra Mihanovich y se trabó porque no sabía como seguía la letra, y yo se la terminé. Era una canción que cantaba mi madre: "Algo esta sucediendo y tiene que ver con todos, ponerse en movimiento tal vez sea el modo." El domingo hicimos asado (no hay nada como un asado con morcilla, chorizo, y carne argentina con chimichurri… terminado con helado de dulce de leche!) En la mesa mi tío y mi prima se pusieron a tirarse una pelota que ella se había ganado en la feria, y la abuela, enseguida, protestó "Eeeeh… en la mesa nooo!"... "chiiicooos!" le terminamos la frase mi tía y yo a coro, y todos nos cagamos de la risa. A los cinco minutos suena el teléfono, y como estábamos todos en casa, nos miramos por un segundo con cara de sorpresa, y enseguida dijo mi tío: "Esa es tu mamá." Y tal cual. "Que haces, hermano?" le pregunta mi madre. "Alimentando a tu cría" le responde mi tío. Si hay algo que he oído en esta semana en Villa Angela han sido frase que terminen en "… como la madre": "habla como la madre", "viste como la madre", "acoge gatos callejeros como la madre", "Y! Tenia que ser! Como la madre!"





5 comments:

Anonymous said...

En México también venden la leche en bolsa y creo que la he visto así, recientemente, en Panamá...

No tiene nada de malo querer casarse joven... yo hace poco tiempo (meses) le propuse matrimonio a una muchacha (aunque me dijo que no) y tengo 17...

javier said...

Mientras miro y escucho por momentos el partido de Boca jrs.y Gremio, de Brasil, busco no se que cosa en el infinito espacio de la web.
Me emociono escontrar y leer tu historia y me lleno de nostalgia recordar mi infancia en Villa Angela.
Te envio un fuerte abrazo desde esta fría Buenos Aires... Javie

Anonymous said...

hola soy de villa angela pero estudio en resistencia..y tenes mucha razon asi es villa angela y la adoro!con todo con sus interminables siestas..sus asados..su gente en la vereda tomando mate!...

Anonymous said...

Hola soy Alejandro. me gustó mucho tu historia, y tambien como la escibiste. buscando noticias de mi ciudad te encontre a vos contando esas cosas y me alegraste mucho. vivo en Corrientes por razones de estudio. me gustaria saber mas de tus andanzas por la villa. mi correo es aletepli@yahoo.com

Anonymous said...

excelente redaccion, naci en villa angela y me mude a carlos paz en el año 90, un abrazo a todos lso de villa angela, fernando garcia de 28 años (vivia en el barrio cooperacion manzana 4 parcela 16) les dejo el e-mail para estar en contacto
mafia_vcp@hotmail.com